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Me llamo Isabel, me fascina hablar y adoro las palabras.

De hecho, voy a confesarte algo…

De pequeña cogí la costumbre de secuestrar el diccionario que teníamos en casa porque encontrar palabras raras me parecía lo más divertido del mundo (ahora me doy cuenta de lo prepotente que suena esto; hola, qué tal, con 7 años mi afición era leer el diccionario… Tú no me ves, pero ahora mismo estoy poniendo los ojos en blanco).

Cuando descubría una palabra que me gustaba –por bonita, sonora, o vete tú a saber por qué– la escribía en mi mano izquierda y la metía con calzador en todas mis conversaciones.

Y así. Todos los días. No sé si mi madre lo encontraba gracioso o desesperante.

(Voy a escribirle, a ver qué me dice.)

Esa fascinación por las palabras se convirtió rápido en visitas semanales a la biblioteca, libros y libros en mi lista de deseos y ganas desesperadas de vivir unas vacaciones eternas para dedicarme exclusivamente a leer y escribir.

Siempre me han dicho que tengo una forma peculiar de hablar, que mi manera de expresarme es curiosa. No sé, yo diría que solo tengo una pequeña e inofensiva adicción por escoger las palabras con cuidado e intención.

Para mí las palabras tienen peso. Importancia. Nunca están vacías.

Hay magia en saber cómo decir las cosas. En elegir una palabra y no otra. En estructurar una frase de una forma y no otra. En la cadencia, el ritmo, las pausas.

Las palabras pueden ser vacío, ruido o melodía.

Yo las adoro y las utilizo con mimo. Porque son importantes y tienen peso. Porque me gusta que signifiquen cosas. Porque soy consciente de su poder cuando les damos espacio para significar esas cosas. Cuando las utilizamos con conocimiento de causa. Sin piedad. A conciencia.

Si decides confiarme la tremenda (y preciosa) responsabilidad de darle a tu negocio la voz que lo haga conectar con su público ideal, lo haré con el mismo respeto y devoción que todavía siento por las palabras que un día escribí en mi mano izquierda.

Porque quiero que lo que diga tu negocio tenga peso, importancia, que no esté vacío.

Tu voz, la voz de tu negocio, es tan importante como elegir las palabras adecuadas. La cadencia adecuada. El ritmo, las pausas.

Mi madre acaba de responderme. Dice que mi obsesión por descubrir palabras siempre le pareció divertida, a ratos exasperante. Pero que sabía que eso me haría elocuente.

¿Quieres darle una voz elocuente y genuina a tu negocio?